Estilo Natural en bonsai
Como ya hemos comentado en otras ocasiones, todos los estilos de modelado, especialmente los originados en Japón, tratan de imitar a la naturaleza dentro de unos cánones de perfección natural idealizada.
No obstante, podríamos hablar de un estilo "natural" que no persigue esa perfección idealizada de la belleza de un árbol modelado en un estilo determinado, sino que simplemente trata de imitar lo más realista posible el aspecto natural de una especie, sin añadir ningún elemento ajeno a lo puramente natural de cada especie.
Bajo esta premisa las coníferas deben ser modeladas como cualquier conífera que pueda ser encontrada en la naturaleza, y no deberíamos modelar un ficus, una azalea o un árbol caduco como si fuera una conífera porque estaríamos introduciendo elementos ajenos a su propia naturaleza, ya que estos árboles no toman estas formas de manera espontánea; de la misma forma que no sería válido modelar una conífera como si fuera un caducifolio, por ejemplo, como un sauce llorón o como un manzano.
Esta forma de modelar requiere una especial atención a la observación de los medios naturales en los que crecen las distintas especies de árboles que deseamos modelar y un profundo conocimiento de las condiciones en la que viven cada uno de ellos para cultivar imitando fielmente su hábitat natural y formas con las que crecen, evitando así modificaciones en su crecimiento ajenas a su propia naturaleza que afecten al resultado final que perseguimos con este estilo.
Quizás la enseñanza de este estilo podría ser que realmente la perfección absoluta e ideal perseguida por los estilos japoneses no existe en la naturaleza y que lo habitual es encontrar árboles asimétricos a los que les faltan ramas o zigzaguean o cambian de dirección de forma inesperada; o su estructura se aproxima a la sección áurea pero sin ser exacta; en los que un análisis detallado nos muestra una estructura informal, irregular y asimétrica, pero que a la vez el conjunto es armonioso, bello y equilibrado. Quizás un buen ejemplo sea el típico árbol solitario en mitad de la campiña o en la dehesa, desde lejos es imponente, bello y majestuoso; desde cerca tiene multitud de defectos.
El objetivo principal de este estilo es su apariencia totalmente natural, mostrando una silueta que refleje su lucha, fortaleza y resistencia al paso del tiempo (agricultores, animales, el clima, etc.)
Evidentemente, podemos utilizar cuantas formas encontremos en la naturaleza propia de cada especie:
En general, formas con copas redondeadas y voluminosas pueden ir acompañadas de macetas ovaladas o redondas; y formas con troncos delgados y copas más estilizadas es preferible colocarlas en macetas rectangulares para añadir al árbol una apariencia más estable y robusta.
No obstante, podríamos hablar de un estilo "natural" que no persigue esa perfección idealizada de la belleza de un árbol modelado en un estilo determinado, sino que simplemente trata de imitar lo más realista posible el aspecto natural de una especie, sin añadir ningún elemento ajeno a lo puramente natural de cada especie.
Bajo esta premisa las coníferas deben ser modeladas como cualquier conífera que pueda ser encontrada en la naturaleza, y no deberíamos modelar un ficus, una azalea o un árbol caduco como si fuera una conífera porque estaríamos introduciendo elementos ajenos a su propia naturaleza, ya que estos árboles no toman estas formas de manera espontánea; de la misma forma que no sería válido modelar una conífera como si fuera un caducifolio, por ejemplo, como un sauce llorón o como un manzano.
Esta forma de modelar requiere una especial atención a la observación de los medios naturales en los que crecen las distintas especies de árboles que deseamos modelar y un profundo conocimiento de las condiciones en la que viven cada uno de ellos para cultivar imitando fielmente su hábitat natural y formas con las que crecen, evitando así modificaciones en su crecimiento ajenas a su propia naturaleza que afecten al resultado final que perseguimos con este estilo.
Quizás la enseñanza de este estilo podría ser que realmente la perfección absoluta e ideal perseguida por los estilos japoneses no existe en la naturaleza y que lo habitual es encontrar árboles asimétricos a los que les faltan ramas o zigzaguean o cambian de dirección de forma inesperada; o su estructura se aproxima a la sección áurea pero sin ser exacta; en los que un análisis detallado nos muestra una estructura informal, irregular y asimétrica, pero que a la vez el conjunto es armonioso, bello y equilibrado. Quizás un buen ejemplo sea el típico árbol solitario en mitad de la campiña o en la dehesa, desde lejos es imponente, bello y majestuoso; desde cerca tiene multitud de defectos.
El objetivo principal de este estilo es su apariencia totalmente natural, mostrando una silueta que refleje su lucha, fortaleza y resistencia al paso del tiempo (agricultores, animales, el clima, etc.)
Evidentemente, podemos utilizar cuantas formas encontremos en la naturaleza propia de cada especie:
- troncos largos y rectos, o con doble tronco, y potentes nebaris en mitad de la dehesa o la campiña,
- inclinados a la orilla de un río, con nebaris igualmente fuertes para no ser arrastrados por el agua,
- con troncos cortos, anchos y nudosos, como los olivos,
- agrupados en bosques,
- en cascada en un risco o acantilado de la montaña,
- barrido por el viento, etc.
En general, formas con copas redondeadas y voluminosas pueden ir acompañadas de macetas ovaladas o redondas; y formas con troncos delgados y copas más estilizadas es preferible colocarlas en macetas rectangulares para añadir al árbol una apariencia más estable y robusta.
José Manuel Blázquez
BONSAIMANIA
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