11 de abril de 2007

FOTOGRAFIANDO UN BONSAI

Esta práctica tal vez sea una de las más importantes para un bonsaísta, es la forma de mantener viva la imagen y de poder seguir analizando la forma en que otros trabajan, pero, la mayoría de las veces la foto no muestra lo que vimos, y lo que era una super planta con profundidad y carácter termina siendo un dibujo de imán de heladera.
Tratemos de saber que pasa.
Cuando se está mano a mano con un árbol empiezan a funcionar los elementos de la composición que nos llaman la atención. La atracción magnética del punto focal, el volumen y la interacción de las sombras proyectadas por las capas de hojas, el brillo particular del musgo y los detalles del tronco entre otras cosas.
Sin embargo, en la toma, todo ese ambiente se va (menos el tipo ese que me sigue pareciendo que quiere salir en la foto). El flash fue el culpable, y el fondo, y la luz, y las explicaciones no terminan. Veamos, empezamos por el flash. Una luz puntual, fuerte, directa, que a determinada distancia tiene la obligación de iluminar lo más rápidamente posible una superficie enfocada, (en este caso la parte del bonsái que encuadremos) no hace más que aplanarnos la imagen. Genera sombras muy duras (proporcionales a la potencia del flash), modifica la tridimensionalidad y le pone el acento a texturas que de otro modo sólo acompañarían a la composición. Solucionar esto es relativamente fácil, tenemos que hacer la toma sin usar flash, pero, sin el flash me salen movidas, entonces tenemos que usar un trípode, pero aún sin flash y con trípode me salen viradas, a veces, al azul, otras al rojo y hasta al amarillo!, bueno habrá que buscar en la cámara la forma de decirle si la luz es natural o artificial. Claro que todos estos detalles son más fáciles de controlar si la foto la tomamos en casa, entonces, tratemos de armar un set de hogar.
Uno de los detalles a tener en cuenta es el fondo, el mismo que interfiere en el exterior ahora depende de nosotros. Utilizando una tela o algo parecido estaremos en condiciones de generar un “infinito”, esto es tratando de que no haya diferencia entre la base en donde se apoya el árbol y el fondo. De esta manera nada nos distraerá la atención, una forma segura de guiar la mirada hacia la planta. Una vez armada la toma (lo que se quiere mostrar) plantamos la cámara en el trípode y tratamos de que el lente quede a la altura del borde de la maceta, una manera de no forzar las perspectiva. Dentro del “set hogar” la iluminación es casi lo más importante. En este caso utilizaremos dos lámparas de escritorio extensibles con bombitas comunes de diferentes potencias. Técnicamente habría que usar tres fuentes de luz, una en diagonal al frente del objeto a fotografiar, otra del otro lado con menos potencia que controle las sombras y una de atrás y por abajo para que redibuje los contornos que las otras dos luces se encargan de esfumar.
Siempre es recomendable, si se puede, hacer tomas con exposiciones diferentes (tiempo de exposición), algo más rápido de controlar con las cámaras digitales.
Con relación a los infinitos, si utilizamos uno blanco, tenemos la posibilidad de cambiar el color del fondo con sólo iluminar con luces de color. Muchas veces un esfumado neutro como azul realza flores de azalea, y uno mostaza ayuda a recortar las agujas de las coníferas.
Un fondo negro despega la planta, ayuda con el volumen y en las plantas con textura marcada o con trabajos en la madera, una luz de baja potencia enfrentada con otra más potente elevará el contraste sin borrar los detalles.

Por Sergio Luciani

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